viernes, 29 de septiembre de 2017

Origen de la criminalidad en el Triángulo Norte de Centroamérica, escenario deseable

Es fundamental que se realice una evaluación de las medidas empleadas en el tratamiento de la problemática, se requiere medir el éxito de la operación efectuada con los recursos estatales, para investigar si se justifica o no la inversión del recurso tanto económico como humano, en caso de que la respuesta sea negativa, dejar de lado propuestas de índole similar dentro de la cartera de opciones, ya que es ilógico desarrollar múltiples operaciones con una misma connotación y esperar un resultado diferente al que ya fue registrado. En el caso particular del Triángulo Norte de Centroamérica, todo plan con un marco punitivo-represivo finalizó del mismo modo, un enorme derroche del recurso público estatal, y un impacto mínimo en la operación de las agrupaciones criminales, sin mencionar la percepción de una alta inseguridad por parte de la ciudadanía a causa de los enfrentamientos librados en las calles entre las agrupaciones criminales y las fuerzas de la ley del gobierno, mismos que destacan por víctimas inocentes en el fuego cruzado, venganzas entre los bandos, incluida la misma policía o el ejército, y en ocasiones el problema de la corrupción de los efectivos gubernamentales, todo esto debe analizarse al efectuar un análisis del progreso del proyecto, algo básico que al parecer no se ha estado realizando.

Si bien es cierto, los planes represivos no han tenido el impacto deseable, es necesario aclarar que en todo país del mundo, la policía es requerida, y no se está insinuando que se abandonen las operaciones rutinarias, al contrario estas deben continuar, pero siempre como un apoyo a medidas alternas, que si tengan un impacto eficaz, aunque no sea notable a corto plazo, el uso de menores para las actividades delincuenciales es algo que caracteriza tanto a las pandillas como a las maras, por lo que el fortalecimiento del sistema educativo estatal, las relaciones interpersonales y la confianza en el personal estatal, son factores que pueden influenciar en la reducción que estas agrupaciones perciben en cuanto a mano de obra, apartar a los jóvenes de las drogas y las pandillas, es algo que no es tarea fácil, pero si puede lograrse mediante la apertura de oportunidades, en cuanto a quienes han trasgredido las normas y se encuentran en prisión, se requiere estudiar la población penal, para determinar los motivos que les llevaron a escoger el camino que les llevó a prisión. El análisis de los resultados puede realizarse mediante el uso de instrumentos estadísticos, recopilados mediante un control cruzado dentro de las organizaciones gubernamentales, aunque lo ideal, y para evitar conflictos de intereses, una entidad como el ILANUD de Naciones Unidas, mediante sus representantes podrían colaborar con un equipo interdisciplinario que contribuya en la materia.

Actores y partes que participan en la construcción de este escenario:


Realizar los análisis de los resultados de cada uno de los planes represivos que se han efectuado no es en realidad difícil si existió un verdadero control por parte de la entidad que los ejecutó, el reto se encuentra en el cambio de mentalidad, y la voluntad política para admitir en caso de que sean resultados negativos, que el mecanismo escogido no es viable por el bajo éxito y que se requieren alternativas basadas en fundamento académico.

Las partes y actores que participan en la construcción de este escenario en primer lugar son las instituciones encargadas del orden público en cada uno de los países del Triángulo Norte, que deben asumir la responsabilidad de los resultados expuestos luego del análisis del proyecto que ya se ejecutó, luego de lo anterior, en la parte educativa, los diversos gobiernos tendrán que analizar las fortalezas y debilidades que presentan los sistemas educativos del presente, y finalmente, cuando hablamos de motivaciones, se requiere que los profesionales en el campo, analicen cautelosamente las razones que los privados de libertad dan, las razones que los llevaron a estar en el presente en un centro penitenciario, para poder determinar los puntos en común que caracterizan a esta población, y elaborar proyectos que fortalezcan las debilidades sociales expuestas en los resultados.

Bibliografía:


  • Gonzáles, R. (Agosto 07, 2017). El día que le ganamos a la Guerra. Septiembre 28, 2017, de Televisora de Costa Rica S.A Sitio web: http://www.teletica.com/7dias/169495-El-dia-que-le-ganamos-a-la-Guerra.note.aspx
  • Molina, S., & Gonzáles, E. (2012). Historia de Costa Rica. San José, Costa Rica: Editorial Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica.
  • Londoño, M., & Villareal, E. (2017). Capítulo 7: Causas de la privación de libertad y perfil de la población penitenciaria. En II Informe Estado de la Justicia (pp.265-293). APDO. 1174-1200 Pavas, Costa Rica: Programa Estado de la Nación.
  • Ferullo, G. (2017). La violencia siguió desatada en el Triángulo Norte: 14.870 homicidios en 2016. Septiembre 29, 2017, de Agencia EFE Sitio web: https://www.efe.com/efe/america/sociedad/la-violencia-siguio-desatada-en-el-triangulo-norte-14-870-homicidios-2016/20000013-3142358


Origen de la criminalidad en el Triángulo Norte de Centroamérica

Escenario:


Para entender el motivo que da origen a la compleja realidad en el conocido y en ocasiones olvidado triangulo norte centroamericano, debemos partir de la génesis que dio pie a los problemas delincuenciales que miramos hoy en día, en especial porque si bien es cierto, en Centroamérica existen siete países soberanos (Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá), son Guatemala, Honduras y El Salvador, los que destacan por sus altas tasas de homicidios por cada cien mil habitantes, y la violencia que ha ocasionado un éxodo masivo de personas a las naciones menos afectadas por el miedo imperante en la región.

Tras la guerra civil de 1948, Costa Rica decide abandonar las armas, y olvidarse de su estructura militar en favor de dar relevancia a otros temas dentro de los que destacan la educación y la salud, sin embargo años más tarde, es este aparato militar el que sería el causante de múltiples problemas en Guatemala, Honduras, Nicaragua y el Salvador, estos conflictos que surgen en medio de un contexto de guerra fría provocan una desestructuración de sus gobiernos, cruentas guerras civiles y una lenta recuperación de los países parte, posterior a las guerras, es esta lenta recuperación la que limitaría la capacidad de acción de parte de los gobiernos soberanos para controlar la criminalidad que surgiría luego en el llamado triángulo norte.

En Guatemala y El Salvador, los países de derecha peleaban contra grupos de insurgencia con ideologías izquierdistas apoyados por los comunistas, y en el caso de Nicaragua, el poder era ostentado por el temido “comunismo”, que luchaba contra la agrupación “Contra”, que era respaldada por el gobierno norteamericano, que estaba empeñado en terminar con los “sandinistas”, en el caso de Honduras, fue diferente, ya que era la plataforma estadounidense para apoyar a sus aliados en la cruzada militar que solamente traería muertes e injusticias.

Es entonces en el año 1982, que contra todo pronóstico, y contrario al plan norteamericano, se inicia el desarrollo del “plan para la paz”, por parte del ex mandatario costarricense Oscar Arias Sánchez, como una alternativa a la solución militar impulsada por Washington, sin embargo fue difícil de llevar a puerto seguro, porque los militares de los países involucrados, no estaban de acuerdo con la propuesta, y en ese entorno era evidente que quienes mandaban en Guatemala, Honduras y El Salvador, no eran las máximas autoridades civiles, si no los altos mandos de los respectivos ejércitos, realidad no muy diferente en el caso de Nicaragua, pero pese a todo el 7 de Agosto de 1987, en Guatemala, los presidentes de los países se reúnen para negociar, al final de la reunión, los cinco presidentes involucrados firman los acuerdos que marcan el fin de uno de los periodos más oscuros de la historia centroamericana, que concluye con un saldo de aproximadamente 300 mil personas fallecidas.

Pese a la conclusión del periodo de guerras, muchos miembros  de las entonces guerrillas, se convierten en pandilleros y mareros, ocasionando que la tasa de homicidios en Guatemala, Honduras y el Salvador, sea más alta que la que se ostentaba previo a la ejecución del Plan de Paz, Oscar Arias Sánchez narra esta realidad en una entrevista para Gonzáles (2017), al decir:

¿Que nos sucedió?, que los guerrilleros se convirtieron en pandilleros y que tenemos a las maras en el norte de Centroamérica, y que la violencia allá y los homicidios son los más elevados de todo el mundo (…). Las maras son producto de esta guerra, porque hay una generación perdida en Centroamérica, que tenía que estar en la escuela sentada en un pupitre en el colegio y sin embargo estaban en las montañas, y esa generación perdida se fue para Los Ángeles y a Nueva York y a Chicago…

Es entendible que luego de un conflicto armado tan cruento como el de los años 80’s en Centroamérica, muchos de los sobrevivientes de ambos bandos crecieran con odio y resentimiento por sus entonces enemigos, y aunque oficialmente la reconciliación se selló con los planes para la paz, las consecuencias del conflicto, ocasionaron una reacción lenta de las autoridades para abordar el nuevo conflicto, la criminalidad que surgiría luego de la paz, además de lo anterior, los jóvenes de la “generación perdida” en muchos casos perdieron a sus tutores en el conflicto armado, quedando a cargo de familiares en el mejor de los casos, el odio para con quien causó la muerte a sus seres queridos, es uno de los motivos por los que las violentas bandas surgirían con fuerza, rebeldía y sed de venganza, es importante destacar que en este conflicto surgió una alarmante cantidad de casos de crímenes de lesa humanidad, casos de ejecuciones y torturas, modo de operar que desde sus inicios, caracteriza a las agrupaciones del crimen organizado que residen en el triángulo norte, la violencia desmedida.

Reportaje sobre los procesos de paz: El día que le ganamos a la guerra

http://www.teletica.com/7dias/169495-El-dia-que-le-ganamos-a-la-Guerra.note.aspx


Ejes de prevención, acciones e investigación criminal:


Las acciones que han ejecutado los respectivos gobiernos para tratar de solucionar la problemática, han tenido una connotación represiva, y en múltiples ocasiones utilizando el aparato militar en contra de organizaciones criminales que son competencia de la autoridad civil, estas operaciones mixtas, solo han agravado la situación, con respecto a las acciones realizadas, Londoño & Villareal (2017) nos describen:

En materia penal, la mano dura se define como un conjunto de normas e intervenciones públicas que, con la pretensión de asegurar un mayor grado de seguridad a la ciudadanía, violan las garantías y derechos fundamentales previstos en las constituciones y tratados internacionales ratificados por los países. Entre estas normas se pueden mencionar el endurecimiento de las penas, la creación de nuevos tipos penales (muchos justificados en la guerra contra las drogas), la conversión de las contravenciones o delitos menores en delitos graves (robo agravado), la militarización de la seguridad ciudadana, y la disminución de los beneficios en el sistema penitenciario, así como de las penas alternativas. (…). En Centroamérica se han ensayado diversos tipos de leyes con ese enfoque, pero ninguno ha tenido efectos en la disminución de la alta criminalidad que afecta al Istmo. En 2001 Honduras inauguro una ola de políticas de mano dura que aún subsisten en la región, con el lanzamiento de la campaña “Cero Tolerancia”. Se inició el camino hacia la participación sistemática del ejército en labores policiales, allanamientos sin control judicial y las reformas constitucionales que amplían el plazo de la detención administrativa. En 2003 Guatemala puso en marcha el “Plan Escoba”, orientado al control y represión de las pandillas juveniles o maras, cuyas actividades fueron consideradas como la principal causa de inseguridad ciudadana, por encima del crimen organizado y el narcotráfico. Esta iniciativa contempló el despliegue conjunto de fuerzas policiales y militares, y capturas masivas de jóvenes sospechosos de pertenecer a distintas maras. Dos años después, en 2005, se ejecutó un nuevo plan, llamado “Guatemala Segura”, aplicado por los servicios policiales y 1.900 militares. En 2008 se estableció la pena de muerte y varias veces se han utilizado las declaratorias de estado temporal de excepción en zonas específicas del país. En El Salvador los esfuerzos se han orientado fundamentalmente a combatir las maras, a las que en 2003 el Gobierno declaró como amenaza a la seguridad nacional. A pocos meses de las elecciones presidenciales se puso en marcha el plan “Mano Dura” que consistía en focalizar la acción policial en pandillas en zonas marginales con elevados niveles de desorden social. En noviembre de ese año el Parlamento aprobó la “Ley Anti Maras”, que incluía la creación de juzgados “Anti Maras” en todos los departamentos del país, el endurecimiento de penas y el otorgamiento de nuevas facultades a la policía para la detención de sospechosos. (p. 268).

Consecuencias:


Pese a todo lo anterior no se logró ningún resultado positivo para solventar la problemática vivida, al contrario se incrementó la desconfianza en los cuerpos de seguridad por parte de la población civil. En el año 2016, la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes era de 81,7 en El Salvador, 58 en Honduras y 27,3 en Guatemala, según la Organización Mundial de la Salud, después de 10, se considera epidemia. Llama la atención que los dos países que fueron más afectados por la violencia durante las guerras de los 80’s, son los que mayor tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes presentan en la región, habría que realizar una investigación profunda para determinar si existió una correlación entre las guerras y el surgimiento de las agrupaciones criminales de la zona, aunque mirando el panorama de forma superficial, pareciera que las declaraciones del presidente Arias, tienen fundamento en los hechos, lo que si queda claro, es que las medidas ineficaces empleadas por las autoridades correspondientes, da pie a que lejos de ayudar a solucionar el problema, se empeore, además del gasto de recursos públicos de forma injustificada, que sí podrían invertirse en tratar de encontrar una verdadera solución al problema que se busca solucionar.

Bibliografía:

  • Gonzáles, R. (Agosto 07, 2017). El día que le ganamos a la Guerra. Septiembre 28, 2017, de Televisora de Costa Rica S.A Sitio web: http://www.teletica.com/7dias/169495-El-dia-que-le-ganamos-a-la-Guerra.note.aspx
  • Molina, S., & Gonzáles, E. (2012). Historia de Costa Rica. San José, Costa Rica: Editorial Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica.
  • Londoño, M., & Villareal, E. (2017). Capítulo 7: Causas de la privación de libertad y perfil de la población penitenciaria. En II Informe Estado de la Justicia (pp.265-293). APDO. 1174-1200 Pavas, Costa Rica: Programa Estado de la Nación.
  • Ferullo, G. (2017). La violencia siguió desatada en el Triángulo Norte: 14.870 homicidios en 2016. Septiembre 29, 2017, de Agencia EFE Sitio web: https://www.efe.com/efe/america/sociedad/la-violencia-siguio-desatada-en-el-triangulo-norte-14-870-homicidios-2016/20000013-3142358


jueves, 3 de agosto de 2017

Justificación del Castigo Penal

Introducción:


Cuando hablamos de Criminología, nos referimos directamente a la ciencia empírica, que emplea un método de investigación basado en la observación y la experimentación, utiliza el conocimiento de diversas ciencias con el fin de ejercer su principal función, prevenir el delito, todo mediante el planteamiento de soluciones efectivas a las problemáticas relacionadas con sus objetos de estudio, los delitos, los delincuentes, la víctima y el control social, permitiendo de este modo, que los profesionales en Criminología, puedan brindar un diagnóstico científico del fenómeno criminal. Este diagnóstico debe ser crítico, imparcial y objetivo, sin verse alterado por preceptos culturales o la influencia de la opinión pública, ya que medidas en temática de seguridad, son sumamente delicadas, dados los efectos que su implementación puede tener sobre terceros, por lo que medidas equivocas, lejos de solventar el problema tratado podrían agravarlo o trasladar el problema en vez de solucionarlo, el precio a pagar puede ser muy alto, algo que profundizaré en el desarrollo del presente artículo.

Hablar de la pena como un mecanismo de castigo, teniendo conocimientos propios de la criminología es algo irresponsable, en especial si tenemos en cuenta, el propósito de la pena en un Estado Democrático de Derecho, y la función que tiene el trabajo desempeñado tanto por el aparato penitenciario como el judicial durante el debido proceso, que concluye con el egreso de una persona del programa impuesto por un juez, ya que al menos en Costa Rica, la pena de muerte no es permitida por mandato constitucional, algo que tiene sentido dado el nulo beneficio social obtenido tras la ejecución de un privado de libertad.
Es en este punto donde es importante destacar la relevancia que tiene el debido análisis en materia de “Comunicación Colectiva y el Fenómeno Criminal”, donde se debe advertir al trabajador social, que no puede confiar en las expresiones populistas de la criminalidad, mucho menos fundamentar políticas criminales en estas sin tomar en cuenta material académico y estadístico que compruebe la realidad vivida en un momento dado, ya que las masas influenciadas por algunos medios de comunicación, suelen apoyar ciegamente el discurso represivo-punitivo.


Desarrollo:

El Caso de Costa Rica:


Nuestro país optó en el siglo XIX, por eliminar el máximo exponente de la represión que se puede hallar en una sociedad humana, la pena de muerte, en mi opinión, esta acción fue el primer movimiento que da pie en un futuro, a la anteposición del raciocinio sobre la emotividad en el establecimiento de las normas de justicia en el sistema de derecho costarricense, es así que el ex presidente Tomas Guarida emite la Constitución de 1871 y decreta la abolición absoluta de la pena de muerte en Costa Rica, y también establece la apertura de los presidios de San Lucas y el Coco, con respecto a esto Molina & Gonzáles (2012) narran:

Durante la administración de Tomas Guardia y en conformidad con el acta del 28 de febrero de 1873, se decidió que la isla San Lucas se convertiría en cárcel, por lo cual once meses después se trasladaron sus primeros prisioneros. Años más tarde, concretamente el 16 de mayo de 1879, el Presidente se refirió a la creación de este presidio en la Isla San Lucas: Yo, respetuoso de la dignidad humana aun tratándose de criminales, he alejado de la exhibición pública a los que arrastraban cadenas en las calles de las ciudades de un país libre, para lo cual fundo el presidio de San Lucas, donde los presos, cumpliendo la pena, pueden dedicarse a labores agrícolas de ellos mismos lucrativas. (p. 83).

Vemos entonces que desde el año 1873, existía la visión de mirar la pena privativa de libertad, como un mecanismo que debe ser respetuoso de la dignidad humana, algo que en un país libre y democrático, y actualmente acorde a los derechos humanos es indispensable, pero llama la atención que el discurso del ex presidente Tomas Guardia, se diera en aquellos lejanos años en que las organizaciones internacionales como Naciones Unidas, aún estaban muy lejanas de iniciar operaciones, de este modo se puede demostrar que las raíces costarricenses en materia de dignidad humana, democracia y derecho, tienen sus orígenes en sus inicios, una joven nación que apenas en 1821 estaba declarando su independencia de España, y que menos de 60 años después, opta por eliminar la pena de muerte y procura garantizar la dignidad a personas privadas de libertad, que aunque hoy por hoy, se conocen las historias vividas por muchos de ellos en el antiguo presidio, fue en su época, un avance digno de resaltar.

Mientras a nivel mundial, nacía la prevención especial positiva, en el último tercio del siglo XIX, de la mano con la criminología, que en ese momento, trataba de luchar con la criminalidad mediante la remoción de características individuales de la misma buscando en la personalidad del delincuente, respecto a lo anterior Anitua (2015) menciona:

De este modo, llevando el método de observación y de extracción de las leyes causales generales del ámbito de las ciencias naturales al de las “ciencias sociales”, la criminología positivista se dedicará a observar los factores que inciden en el comportamiento delictivo, con el objetivo de encontrar el tratamiento individualizado adecuado a cada categoría de “delincuentes”. (p.2117).

Entonces se buscaba una rehabilitación del delincuente, visualizando la conducta desviada como una enfermedad, sin embargo al menos la pena establecida tenía un propósito, lograr que la persona sujeta del sistema penitenciario, se “curara”, no se trataba de un mero castigo sin fin otorgado por la comisión del delito. No es posible, por cuestiones de tiempo, profundizar demasiado en este momento en la historia del sistema de justicia costarricense, y evidenciar todos los momentos en que han existido avances y retrasos a causa de medidas implementadas con el pasar del tiempo, es por este motivo que de forma superficial, se mencionarán sucesos relevantes acerca de la temática de la idea del castigo en la justicia penal nacional.


Antecedentes:


Nuestro país, pese a ser pionero en ciertas medidas como las que implementó en su momento el ex presidente Tomás Guardia, también careció de una estructura que diera sentido más profundo a la pena privativa de libertad, que era vista como una forma de retribución mediante la cual el delincuente pagaba por sus crímenes (aún es vista así por un sector amplio de la sociedad), sin embargo, a nivel contemporáneo, uno de los primeros movimientos, fue la ratificación del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el cual firma Costa Rica el día 19 de Diciembre de 1966, y entra en vigor el 29 de Noviembre de 1968. Ratificar dicho pacto, aleja de la esfera judicial, cualquier intento de otorgar a la pena en Costa Rica, una función retributiva de castigo, esto, porque según lo señalado en el Artículo 10, inciso 3 del documento:

El régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y la readaptación social de los penados. Los menores delincuentes estarán separados de los adultos y serán sometidos a un tratamiento adecuado a su edad y condición jurídica.

Nuestra Constitución Política, señala por otra parte en el Artículo 7:

Los tratados públicos, los convenios internacionales y los concordatos, debidamente aprobados por la Asamblea Legislativa, tendrán desde su promulgación o desde el día que ellos designen, autoridad superior a las leyes.

Entonces, en resumen, en nuestro país, y por mandato constitucional, no se puede otorgar otro fin al régimen penitenciario, que no sea la reforma y la readaptación social de los penados, sea cual sea el delito cometido, de esta forma se aleja cualquier intento de castigar de algún modo a los privados de libertad por sus crímenes.

Sin embargo y pese a la vigencia del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos desde 1968, no es sino hasta 1971, que se crea la Dirección General de Adaptación Social, y hasta 1976 que se promulga el Reglamento para el centro La Reforma, con un Modelo Progresivo Penitenciario. Ya en el año 1993, con el Plan de Desarrollo Institucional, se integra el Reglamento de Deberes y Derechos de los Privados de Libertad y el Reglamento Orgánico de la Dirección General de Adaptación Social. Para el año 2007 es publicado el nuevo Reglamento Técnico, en el cual se señala cuál es la finalidad de la atención profesional que se da a los privados de libertad en los diversos centros del Ministerio de Justicia y Paz, respecto a lo anterior, Campos (2010) menciona:

Los procesos de atención profesional tendrán como finalidad el desarrollo de habilidades y destrezas para la vida, asó como procurar que la persona sentenciada comprenda los aspectos sociales y personales que incidieron en la comisión de la conducta criminal, con el objetivo de facilitarle una vida futura sin delinquir. La atención técnico-criminológica partirá del concepto de la persona como un ser integral y para el cual se requerirá un abordaje disciplinario e interdisciplinario, dentro del marco del respeto a los derechos humanos. (p.303).

Es entonces que se ven superadas todas las ideologías de reprimir y castigar la conducta criminal mediante la aprehensión y el encierro, o incluso la pena de muerte, algo que carece de sentido desde el punto de vista génesis de la criminología, cuyo fin primordial es la prevención del delito; con medidas basadas en represión, castigo, hacinamiento y muerte, no se beneficia de algún modo a la sociedad, sino que se fortalece la exclusión y convierten a las cárceles en focos delincuenciales en lugar de centros rehabilitadores, algo que refleja la importancia de ejecutar proyectos viables, objetivos y con fundamento, cuando se aborda el tema de la teoría del delito, y el propósito que tiene su establecimiento en la sociedad.

Aún si quedan dudas de lo expuesto anteriormente, la Sala Constitucional, en múltiples ocasiones se ha pronunciado acerca de la función de la pena dentro del sistema de justicia costarricense, y en la resolución del Recurso de Habeas Corpus presentado contra el Ministerio de Justicia y Paz por Alberto Méndez Castro, en la resolución N° 1032-1996, se condenó al Estado al pago de daños y perjuicios por no cumplir con las “Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos” adoptadas por la Organización de las Naciones Unidas, en el texto, la Sala es clara al decir:

Resulta evidente para esta Sala, no sólo que la realidad carcelaria en el Centro de Atención Institucional de San José, está totalmente alejada de las pautas que al efecto deben seguir las instituciones carcelarias en lo referente al tratamiento de los reclusos, sino que, la función retributiva de la pena y el concepto de pena como castigo, -que en teoría se encuentran del todo superados por las nuevas tendencias criminológicas-, parecen cobrar absoluta validez en la realidad penitenciaria costarricense. Y esto es así, porque el tener a seres humanos en total hacinamiento, sin las mínimas condiciones de higiene y en lugares sucios, húmedos, oscuros, con poca ventilación, no puede ser otra cosa que un castigo y un trato degradante contrario a la dignidad humana, que esta Sala no puede soslayar de ninguna forma.


El fracaso del castigo como medida de control de la criminalidad:


Como bien se vio en el caso de la jurisprudencia costarricense, no hay nada que justifique, al menos en nuestro país, el emplear el castigo como forma de retribuir al penado su conducta desviada, sin embargo, no se trata solamente del respeto de los derechos humanos y las normativas vigentes, sino que ya se ha demostrado en múltiples escenarios, que estas medidas lejos de solucionar la problemática, la pueden empeorar, con respecto a esto, Anitua (2015) narra:

Es así que hacia finales del siglo XX, y con la caída de la forma “Estado de Bienestar” se produjeron importantes cambios en lo que Garland denomina “penalidad de welfare”. Entre ellos se destaca el del que universo de justificación teórico de la criminología y el derecho penal que comenzó a asumir la caída de la época del tratamiento. Diversas justificaciones fueron retomadas del pasado para reemplazar la idea de la prevención especial positiva y para brindar explicaciones de fines a una línea penal de “mano dura”, mejor representada por el llamado “populismo punitivo”, y que redundó en la inflación penal verificada especialmente en los Estados Unidos de Norteamérica, que pasó de tener, en 1975, una población reclusa total de 380.000 personas (diez años más tarde el número de presos había llegado a 740.000, para superar el millón y medio en 1995) a rozar los dos millones a fines de 1998, lo que supone que el índice de encarcelamiento pasó de 139 a 650 por cada 100.000 habitantes. (p.2120).

En el caso de EE.UU vemos un aumento excesivo de la población penitenciaria que no solo se cuadruplicó, sino que siguió en aumento, todo causado por un populismo punitivo que aún sigue vigente. En un teatro de operaciones aún más cercano a nuestro país, Latinoamérica, en especial enfocándonos en los países del “Triángulo Norte”, los resultados de medidas equivocas son peores, respecto a estos Londoño & Villareal (2017) nos narran
:
En 2001 Honduras inauguro una ola de políticas de mano dura que aún subsisten en la región, con el lanzamiento de su campaña “Cero Tolerancia”. Se inició el camino hacia la participación sistemática del ejército en labores policiales, los allanamientos sin control judicial y las reformas constitucionales que amplían el plazo del derecho a la detención administrativa. En 2003 Guatemala puso en marcha el “Plan Escoba” orientado al control y represión de las pandillas juveniles o maras, cuyas actividades fueron consideradas como la principal causa de inseguridad ciudadana, por encima del crimen organizado y el narcotráfico. Esta iniciativa contempló el despliegue conjunto de fuerzas policiales y militares, y capturas masivas de jóvenes sospechosos de pertenecer a distintas maras. Dos años después, en 2005 se ejecutó un nuevo plan, llamado “Guatemala Segura”, aplicado por los servicios policiales y 1.900 militares. En 2008 se estableció la pena de muerte y varias veces se han utilizado las declaratorias de estado temporal de excepción en zonas específicas del país. En el Salvador los esfuerzos se han orientado fundamentalmente a combatir las maras, a las que en 2003 el Gobierno declaró como amenaza a la seguridad nacional. A pocos meses de las elecciones presidenciales se puso en marcha el plan “Mano Dura” que consistía en focalizar la acción policial en pandillas en zonas marginales con elevados niveles de desorden social (p.269).

Sin embargo, los datos del Estudio Mundial sobre el Homicidio, que fue elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (2013) revelan los resultados de estas políticas enfocadas en la represión, los datos indican que cinco países de América son los que lideran la lista de los que poseen la tasa de homicidios más alta del mundo por cada 100.000 habitantes, los números son los siguientes:

  • Honduras: la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes es de 90,4. Total de muertos, 7.172.
  • Venezuela: la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes es de 53,7. Total de muertos, 16.072.
  • Belice: la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes es de 44,7. Total de muertos, 145.
  • El Salvador: la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes es de 41,2. Total de muertos, 2.594.
  • Guatemala: la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes es de 39.9. Total de muertos, 6.025.

La situación no mejoró por medidas enfocadas en el populismo punitivo, en estos países, es más alarmante aún darse cuenta que pese a que los datos han sido contundentes, los países siguen buscando en las medidas de castigo, la solución a los problemas de criminalidad, endureciendo medidas que al final solo empeoran la realidad vivida, el último país que repitió estos errores y hoy por hoy, enfrenta la consecuencias de las políticas criminales desmedidas y mal fundamentadas, es México, que en el año 2012, fortaleció la política de guerra contra el narco, que inició en el año 2006, BBC Mundo (2012) cuenta:

Entre las medidas anunciadas por Peña Nieto, destaca la creación de una Gendarmería Nacional integrada por 10.000 efectivos, la división del territorio nacional en cinco regiones operativas – para mejorar la coordinación entre los organismos nacionales, estatales y municipales – y una inversión de cerca de US$ 1.000 millones para financiar programas de prevención del delito. (…) Es un cuerpo que se inspira por un lado en la gendarmería francesa y por otro en la guardia civil española. Es una mezcla de cuerpo urbano y cuerpo rural, de cuerpo policial y cuerpo militarizado, explica.

Los resultados de estas medidas son los que se nos narra en el reportaje de CNN (2017):

Mientras que Siria, Iraq y Afganistán dominaban la agenda de las noticias, la guerra de las drogas en México cobró 23.000 vidas durante el 2016, después de Siria, donde murieron 50.000 personas como resultado de la guerra civil. (…) “Las guerras en Iraq y Afganistán cobraron 17.000 y 16.000 vidas respectivamente en 2016, aunque en la letalidad fueron superadas por los conflictos de México y Centroamérica, que han recibido mucha menos atención de los medios de comunicación y la comunidad internacional” dijo Anastasia Voronkova, editora de la encuesta.

Sin embargo, el populismo punitivista sigue presente en la realidad costarricense con la existencia del discurso de “mano dura” en cada campaña electoral. Es de recordar que fue el lema de Laura Chinchilla, quien fue electa presidente en la administración 2010-2014, la situación en nuestro país en materia de criminalidad, sin embargo, no mejoró, cerrando el año 2016, con las cifras de homicidios más alta de la historia del país, con 569 y no porque no hayan personas purgando pena en prisión, ya que los niveles de hacinamiento son alarmantes, y las consecuencias de esto también son negativas, en especial si se tiene en cuenta, que un centro penitenciario en estado de hacinamiento, al menos en la teoría, no tiene la capacidad para rehabilitar a los privados de libertad, lo que agrava la situación.
Pese a los datos expuestos, y el conocimiento disponible sobre los resultados de estas políticas criminales retributivas, Campos (2010) nos narra sobre la realidad nacional:

Los puntos de vista esgrimidos, por lo general con una certeza comparable a la ostentada por un fanático del futbol, son invariablemente de talante represivo o vengativo (en este caso, tales matices resultan indistinguibles). La pena de muerte es una receta que se recomienda con mucha frecuencia. Tampoco faltan las propuestas en cuanto a segregar de modo drástico a los desviados y por lo menos una de las que se escucha es portadora de claros sentimientos. Consiste en poner nuevamente en funcionamiento el penal de la isla de San Lucas, para administrarles a los reclusos una soledad insular diferente a la narrada por José León Sánchez: impedir su fuga, pero dejarlos ahí solos… para que se maten entre ellos. La abundancia de drásticas “soluciones” contrasta ostensiblemente con la pobreza de las explicaciones. Una vez más, la rabia campea con más fuerza que el asombro. La “causa” invocada con más frecuencia es sumamente reveladora: no se está teniendo el cuidado suficiente para impedir la llegada de extranjeros indeseables. Sería difícil determinar hasta qué punto sus portavoces están plenamente convencidos de lo que aseveran, pero en todo caso la creencia surte un efecto balsámico al servir de punto de apoyo a una suposición reconfortante: “no somos nosotros”. (pp. 167-168).

Lo revelado por Campos (2010) es solo un reflejo de lo que sucede ante cualquier intento de debatir con cierta población acerca de las medidas objetivas y efectivas para combatir la criminalidad, muchas de estas serán vistas como impopulares, y al momento de que la persona que refuta las ideas es consultada sobre cual fuente es fundamento de su posición, es como tratar de debatir con un fanático de futbol, solamente aseverará tener la razón sin señalar realmente un fundamento válido con el cual respaldar su opinión, la situación se agrava, cuando los actores de este “debate jurásico” son políticos y personas encargadas de velar por la seguridad, como funcionarios públicos de entidades estatales, es entonces donde se entiende por qué ciertas políticas objetivas no se ejecutan o plantean y se sigue recurriendo a las medidas punitivo-represivas, que intentan volver a la época medieval donde existía una retribución sin propósito como consecuencia al acto delictivo. Es como una venda que ciega a las personas de la realidad y evita ver cuál es el origen de la problemática, para darle solución, en las sociedades capitalistas vemos una clara correlación entre el aumento de la criminalidad, y factores relacionados con el poder adquisitivo del cual se dispone, esto es ejemplificado por Campos (2010) cuando dice:

Si analizamos el caso de una persona que mata a otra para arrebatarle su teléfono portátil, nos impresiona de inmediato esa gran desproporción entre fines y medios, la cual no podría ser unidimensionalmente explicada, por supuesto, a partir de la presión social ejercida por el consumismo. Pero tampoco podemos dejar de lado, ni aun considerándolas desde una óptica psicopatológica, las motivaciones de apropiación homicida y el significado con que elabora, de manera individual, los objetos con una carga simbólica dentro de los patrones culturalmente dominantes de estatus y consumo. (p. 168).

No es tan difícil de ver que a través del tiempo, el sistema de justicia, casualmente ha dado penitencia, a los sectores menos afortunados adquisitivamente hablando, a estos sectores es a los que se les pretende “castigar” por sus crímenes, y la historia se ha repetido a través del tiempo sin que se procure entender la problemática real para dar solución al problema, es por esta razón que presento como ejemplo Holanda, un país en el que hay escasez de delincuentes, pero ¿cómo han logrado las increíbles cifras que hoy se reflejan?, ¿Castigo, represión, pena de muerte, exclusión?, no, se ayuda a que los individuos usuarios del sistema, se reintegren a la sociedad, la apariencia de los centros penitenciarios holandeses puede expresar más de lo que se podría imaginar, respecto a esto Ash (2016) narra:

Norgerhaven, así como Esserheem –otra prisión casi idéntica en el mismo pueblo de Veenhuizen- tiene un montón de espacio abierto. Patios del tamaño de cuatro canchas de fútbol, cuentan con árboles de roble, mesas de picnic y redes para jugar voleibol. Van der Spoel dice que el aire fresco reduce los niveles de estrés tanto para los reclusos como para el personal. Además, a los internos se les permite caminar sin compañía a la biblioteca, a la clínica o al comedor y esa autonomía les ayuda a adaptarse a la vida normal después de su condena. Hace una década, Holanda tenía una de las tasas de encarcelamiento más altas de Europa; ahora, una de las más bajas: 57 personas por cada 100.000 habitantes. (…) Además, los jueces holandeses suelen utilizar alternativas a la prisión, como periodos de servicio a la comunidad, multas o el marcado electrónico a los que violan la ley. Angeline van Dijk, directora del servicio de prisiones de los Países Bajos, dice: la cárcel es utilizada cada vez más para individuos demasiado peligrosos para que estén en libertad, o para los vulnerables que necesitan la ayuda disponible en el interior.

El sistema holandés procura eliminar lo que les llevó a delinquir evitando estigmatizar en la medida de lo posible a la población recluida en los centros penitenciarios, con un nivel de reincidencia de tan solo un 10%, cuando en Inglaterra y EE.UU esa cifra es de aproximadamente el 50%, la pregunta real es ¿existe real voluntad de implementar un sistema como el Holandés en Latinoamérica?, o ¿ es una cuestión cultural la que hace impensable intentar implementar un plan piloto que repita lo mejor posible el mecanismo que ha tenido tanto éxito?, surgen otras interrogantes que nacen entorno a esta metodología, como ¿las brechas de desigualdad permitirán que estas medidas funcionen en América Latina?.

Al menos en Costa Rica, dentro del sistema de justicia, se tiene claro que no hay cabida para volver a implementar medidas basadas en la idea del castigo como función de la pena, pero dadas las circunstancias es requerido empezar a plantear mecanismos que se muestren efectivos en la tarea de reintegrar a esta población a la sociedad minimizando ampliamente el riesgo de reincidencia, si algo es certero, es el perfil socio económico de la población penitenciaria de nuestro país, en especial si lo miramos mediante una línea del tiempo, Campos (2010) menciona al respecto:

Se encierra a los pobres y excluidos y no necesariamente porque cometan más delitos, sino por qué son quienes quedan al final “en el cedazo” de la justicia penal. No se trata de buscar la solución a la violencia social en la justicia penal, en la prevención o represión del delito –lo cual implica mayor violencia- sino de procurar una justicia lo más legitima y transparente posible, sin impunidad para los delitos que no deben quedar impunes, con respuestas sensatas para aquellos hechos que no merezcan penas de prisión; pero todo ello unido a esfuerzos por mejorar la justicia social. Es necesario discutir más a fondo la función social de la pena. Existe un pensamiento todavía demasiado “religioso”, el cuál concibe la pena como una venganza legítima. (pp. 297-298).

El último informe del Estado de la Justicia en Costa Rica, solamente llega a reafirmar lo que Campos (2010) vio hace casi una década, ¿Quiénes son sujetos de pena en nuestro país?, Londoño & Villareal (2017) nos dicen:

Los oficios de comerciante, peón de construcción y agrícola, albañil y chofer de taxi constituyen el 43% de las ocupaciones de la población masculina, en ese orden de importancia. En el caso de las mujeres, el 65% se dedicaba a labores domésticas no remuneradas. En ambos sexos predominan los niveles de escolaridad muy bajos. Casi seis de cada diez hombres (58%) tan solo cuentan con primaria, completa o incompleta, a lo que se suman un 28% con secundaria incompleta y un 5% de personas analfabetas, más del doble del promedio nacional (…) Vista en su conjunto, esta evidencia sugiere que la población privada de libertad en Costa Rica está mayoritariamente compuesta por jóvenes de los estratos socioeconómicos bajos y pertenecientes a núcleos familiares inestables (p.270-290).

Estos datos son reveladores, son las clases socioeconómicas más bajas las protagonistas de esta historia, pero ¿era así en el pasado?, parece ser que la respuesta es sí, tomando como referencia la provincia de Heredia, en el periodo 1885-1941, se encuentran características muy puntuales sobre quiénes son los infractores de la ley, Campos (2013) describe:

En la opinión de las autoridades de la provincia, los vagabundos, los ebrios, las prostitutas y los ladrones eran los sujetos más inclinados a delinquir. (…) Puede afirmarse que el grueso de los delincuentes se ubicó entre los 15 y 29 años (72,26%) y que la mayoría (el 43,97%) tenían entre 20 y 24 años, (…) Quedó claro que la mayoría de los delincuentes eran bastante jóvenes, lo que resultó interesante. (…) En cuanto al sexo, se deduce claramente que la práctica delictiva fue cometida esencialmente por hombres. La desproporción entre ambos sexos es enorme: 95% de los delitos cometidos fueron ejecutados por hombres y el 5% por mujeres. (…) Si en efecto quienes delinquían eran en su mayoría personas desposeídas de los medios de producción, esto agrava y explica el conflicto social expresado en la delictividad herediana. Recuérdese que la mayor parte de los acusados eran hombres jóvenes y, aunque eran más solteros que casados, el margen era escaso. Para un hombre joven, soltero o casado, con escasas posibilidades de tener acceso a la tierra, al capital o a la posesión de instrumentos de producción (los artesanos, por ejemplo), a la par de la posibilidad de vender su fuerza de trabajo o migrar, se le agregaba otra: delinquir. Y las cifras muestran que esto no lo descartó nunca. (pp. 58-64).

Hombres, la mayoría jóvenes, con escasa capacidad adquisitiva, muestran el contraste pasado-presente en materia de criminalidad, que pese a que ha cambiado con el pasar de los años, muestra particularidades en común, esto cobra relevancia en el tema de la pena como mecanismo de castigo, si se ve que las personas desposeídas son las que se encuentran privadas de libertad por diversos motivos que les llevaron allí, entonces vemos como se representa la violencia social de una forma no visualizada por una mayoría, entonces ¿es la pena un mecanismo de castigo o no?.


Conclusión:


Profundizar en la historia del sistema de justicia de nuestro país, aunque sea de forma muy leve, es revelador, encontramos múltiples datos que señalan que la pena no tiene función como mecanismo de castigo según la jurisprudencia nacional, que es bastante clara al negar cualquier forma de privación de libertad que conlleve al desprestigio de la dignidad humana, tal es el caso de las prisiones en estatus de hacinamiento y el pronunciamiento de la Sala Constitucional con la debida sentencia cuyo fundamento fue el recurso de habeas corpus presentado por un ciudadano, sin embargo, si analizamos las características del perfil socio económico de la población penitenciaria y parte imputada en el sistema judicial costarricense con el pasar de los años, vemos que las cifras y datos encontrados nos señalan que quienes se encuentran en esa posición han sido en su mayoría personas de los estratos socio económicos más bajos del país, entonces, ¿es un factor invisible el castigo de las clases más desposeídas de la sociedad?, parece ser que sí, porque de lo contrario, habría una nivelación prudente en la cantidad de personas con ciertos rasgos específicos dentro de las cárceles del país. No es que la función propia de la pena privativa de libertad sea castigar a los desposeídos, es que parece ser que la pobreza, desigualdad, violencia social, y la criminalidad van inevitablemente de la mano a causa de un “invisible” conflicto social, esto no significa que todos los desposeídos estén destinados a delinquir, porque sería irresponsable hacer un señalamiento de ese tipo, sino que el hecho de pertenecer a una clase socioeconómica baja, influencia directamente en la probabilidad de que una persona se incline a cometer un delito, en especial los relacionados con fines gananciales, se habla de factores como las presiones que se dan contra quienes no poseen una capacidad adquisitiva promedio en una sociedad capitalista donde parece ser que el nivel de éxito es relacionado de forma inequívoca con la capacidad que tenga la persona para hacerse con recursos materiales, olvidando la esencia que le hace valioso como ser humano desde el momento en que nació. Además, se nota el efecto negativo que tienen las voces que apoyan el populismo punitivista, cuyo discurso es mano dura y leyes severas, y las consecuencias de los países que implementan estas medidas como solucionador de la criminalidad, por lo que deja en evidencia la ineficacia del castigo y la represión como una forma de controlar o disminuir los índices de criminalidad, la ineficacia del castigo como fin de la pena en un Estado Democrático de Derecho.


Bibliografía:

  • Anitua, G. (2015). Capítulo 58: Justificación del Castigo. En Enciclopedia de Filosofía y Teoría del Derecho (pp. 2109-2135). México: Universidad Autónoma de México.
  • Asamblea General de las Naciones Unidas. (1966). Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Agosto 03, 2017, de Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Sitio web: http://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/CCPR.aspx
  • Ash, L. (2016). La insólita crisis de Holanda: la escasez de delincuentes. Agosto 03, 2017, de BBC Mundo Sitio web: http://www.bbc.com/mundo/noticias-37950889
  • BBC Mundo. (2012). México: el plan de Peña Nieto contra el narcotráfico. Junio 28, 2017, de BBC 2017 Sitio web: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/12/121218_mexico_pena_nieto_estrategia_seguridad_narcotrafico_jg
  • Campos, A. (2010). Violencia Social. San José, Costa Rica: Editorial Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica.
  • Campos, R. (2013). Antología: Sistema Policial Costarricense. San José, Costa Rica: Editorial Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica.
  • CNN en Español (2017). México fue el segundo país más mortífero en 2016. Julio 09, 2017. De CNN en Español. Sitio Web: https://www.google.com/amp/cnnespanol.cnn.com/2017/05/09/mexico-fue-el-segundo-pais-mas-mortifero-en-2019-amp/
  • Diputados de la Asamblea Nacional Constituyente. (1949). CONSTITUCION POLITICA DE LA REPUBLICA DE COSTA RICA. Julio 22, 2017, de Sistema Costarricense de Información Jurídica, Procuraduría General de la República de Costa Rica Sitio web: http://www.pgrweb.go.cr/scij/busqueda/normativa/normas/nrm_texto_completo.aspx?param1=NRTC&nValor1=1&nValor2=871&strTipM=TC
  • Londoño, M., & Villareal, E. (2017). Capítulo 7: Causas de la privación de libertad y perfil de la población penitenciaria. En II Informe Estado de la Justicia (pp.265-293). APDO. 1174-1200 Pavas, Costa Rica: Programa Estado de la Nación.
  • Molina, S., & Gonzáles, E. (2012). Historia de Costa Rica. San José, Costa Rica: Editorial Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica.
  • Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. (2013). Estudio Mundial sobre el Homicidio. n/a: Organización de las Naciones Unidas.


domingo, 9 de julio de 2017

Plan de Seguridad Nacional

Problemática que ataca a la seguridad ciudadana según el autor:


En esta ocasión se realiza un análisis acerca del contenido del Plan Nacional de Seguridad Ciudadana de Perú para el periodo 2013-2018, según dicho documento, elaborado por la Secretaría Técnica del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior de ese país, podemos indagar en la problemática que ataca la seguridad ciudadana en Perú, enfocando la atención en los siguientes apartados:

  •          Factores que inciden en la violencia y el delito y sus efectos:


En el documento bajo análisis se destacan como factores de riesgo y agravantes la abundancia de jóvenes de estratos sociales marginales y la urbanización sin control, las familias disfuncionales, el desempleo, la globalización y la utilización de todos sus beneficios por parte del crimen organizado (modernización y evolución de la criminalidad), la pobreza y la desigualdad en la sociedad, la escasa legitimidad del estado y los conflictos armados, la drogodependencia y el narcotráfico, los escasos controles en la portación de armas, y la desensibilización de la sociedad que se empieza a “acostumbrar” a los escenarios violentos que ocurren en la cotidianidad, además, el mismo documento, pese a ser elaborado por una institución gubernamental, señala la marcada ineficiencia de las instituciones responsables de garantizar la seguridad ciudadana y la justicia, así como también encargadas de mantenerla. La Secretaría Técnica del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (2013) dice con respecto a lo anterior:

Entre las deficiencias institucionales, Basombrío identifica la falta o debilidad de los organismos de conducción política de la seguridad ciudadana, la ausencia de un servicio civil altamente capacitado en el gobierno de la seguridad ciudadana y la carencia de instrumentos, procedimientos y capacidades para que el gobierno ejerza la conducción y administración del sistema policial. Esto conllevaría a que la población considere que el Estado no puede o no quiera enfrentar adecuadamente la delincuencia y que la impunidad de los perpetradores afecta la reiteración del fenómeno. (p.9).

De lo anterior se puede rescatar entonces que el mismo informe admite la falta de confianza de la ciudadanía y ahora del mismo gobierno estatal en el desempeño de los cuerpos de seguridad, a los que califican en este caso de incapaces y carentes de instrumentos en materia de conducción y administración del sistema policial, donde se destaca que el Estado no puede enfrentar a la delincuencia y a la impunidad que se caracterizan como factores importantes en Perú.

Además de lo anterior es evidente el papel que desempeñan los medios masivos de comunicación quienes según el mismo autor “venden la violencia en un nivel primario”, lo que causa que se magnifique una realidad insensibilizando a la población local y alertando a la internacional, lo que no colabora en la tarea de “erradicar” la delincuencia, algo que a todas luces no es posible, ya que hablar de erradicación en un fenómeno que es normal en las sociedades del mundo es una utopía, solamente se pueden reducir los niveles de violencia y criminalidad, pero hablar de erradicación no es viable. La Secretaria Técnica del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (2013) menciona con respecto a la criminalidad en América Central lo siguiente:

Según el Banco Mundial, la principal causa de este fenómeno en América Central es el tráfico de drogas, pues los puntos calientes del narcotráfico tienen tasas que duplican las de bajo tráfico. Para los Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el fácil acceso y el uso extendido de armas de fuego es el principal factor causal de los homicidios en América Central. También encontró cierta correlación entre ciertos indicadores sociales – Índice de Desarrollo Humano, Producto Bruto Interno per cápita y pobreza – y los homicidios. Además del tráfico ilícito de drogas y armas de fuego, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito identifico que los bajos niveles de desarrollo humano y la debilidad del Estado de Derecho también contribuyen a los homicidios en el mundo. (pp. 9-10).
  

  •          Problemas principales:


Según los datos expuestos, el estudio realizado sobre los homicidios en Lima expuso que la principal perpetradora, no fue la delincuencia común y organizada, ambas con un 31% del total, sino la violencia interpersonal (peleas y riñas) e intrafamiliar con un 41%, en los cuales, en casi la mitad de los homicidios, fueron cometidos por personas que la víctima conocía.

Según el Barómetro de las Américas, en 2012, Perú y Ecuador fueron los países donde destacó mayor victimización en la región bajo análisis, donde un 28.1% de las personas afirmaron haber sido víctimas de un delito durante los últimos doce meses.

Según el Barómetro de las Américas, en el 2012, Perú encabeza el ranking de temor, con un 48,6%, entendiendo que es el porcentaje de personas que sienten temor ante la posibilidad de ser víctimas de algún delito y de los países que consideraban la delincuencia como su principal problema, Perú, fue uno (de 11).

La desconfianza de la ciudadanía para con las instituciones encargadas de la seguridad es alta, un 60% de los encuestados señalaba que no confía en las instituciones encargadas de la seguridad, siendo la corrupción el problema que señala como el principal de los cuerpos policiales.

En el caso de Perú, las instituciones señaladas como las más corruptas según el documento bajo análisis fueron el Poder Judicial, la Policía Nacional, el Congreso de la República y los partidos políticos, entre otros (en orden del más corrupto al menos corrupto).

Inexistencia de Políticas Criminales reales, además como lo dice la Secretaría Técnica del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (2013):

El producto final del trabajo policial – la seguridad de las personas – depende principalmente de factores que están lejos del alcance de la policía. Las tasas de criminalidad varían mucho más en función de factores estructurales – como la pobreza, la desigualdad, los hábitats urbanos inadecuados y la desestructuración familiar – que como resultado del desempeño de la policía local. El mito de que cualquier problema de seguridad es resultado de una mala policía y que podría ser resuelto por una buena policía es simplemente eso, un mito recurrente, que sigue poblando las conciencias de mucha gente y los programas electorales de algunos candidatos.

  •     Importancia que tiene el Plan Nacional de Seguridad en las políticas de prevención desarrolladas por los países del mundo:


La integración de la sociedad civil en un enfoque integral del problema de la criminalidad, es un actor requerido en el nuevo diseño de una Política Criminal donde la comunidad retroalimenta al sistema de justicia. En el caso Peruano, lo vemos implementado en el documento bajo análisis, además se mencionan conductas de vital importancia que eviten un sesgo del propósito real del plan de seguridad cuando el autor menciona que es necesario no policializar el abordaje de la inseguridad ciudadana, esto para poder dar una perspectiva más amplia del problema que no se puede solventar solamente con el trabajo policial, sino que requiere de múltiples actores de la sociedad civil para abordar el problema integralmente y dar una solución real.

Uno de los puntos que debe abordar el Plan Nacional de Seguridad es justamente una de las debilidades que fue detectada por el documento bajo análisis en Perú, que se visualiza cuando la Secretaria Técnica del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (2013) menciona:

Actualmente, existe una inadecuada coordinación entre los operadores del sistema de justicia penal, como la Policía Nacional del Perú, el Ministerio Público, Ministerio de Justicia, entre otros, lo cual genera inconvenientes en el tratamiento de los procesos y en la investigación de delitos. (…) Esta situación genera además una sobrepoblación penal con internos que tienen la condición de procesados sin que se resuelva su situación jurídica en los plazos razonables, y en número superior a la cantidad de sentenciados. (…) Las cárceles en Perú entonces se han convertido en verdaderas escuelas del delito. Se genera y se potencia dentro de ellas la formación de bandas que desde el interior de las cárceles o una vez libres, organizan todo tipo de actos delincuenciales. (pp. 40-43).

La incorrecta comunicación entre entidades estatales por falta de un plan general como el mostrado por Perú es una problemática común en los diversos países que no han buscado dar un abordaje integral y multidisciplinario del problema de la criminalidad en América Latina, sino que solamente se han enfocado en las medidas punitivistas represivas y populistas de “mano dura”, estrategia que ha demostrado ser ineficaz en la región siempre que se ha implementado, es entonces donde las instituciones Judiciales, Administrativas, y Educativas deben contar con mecanismos ya estipulados para una comunicación optima y el cumplimiento del plan que en el país que se desee establecer, va a operar, sin la existencia de un Plan Nacional de Seguridad, esto no es posible, dado que cada periodo, los mecanismos de actuación deberían variar, en especial si tomamos en cuenta que el fenómeno criminal evoluciona, se adapta y reacciona a las políticas estatales en materia de seguridad, por lo que si el Plan de Seguridad se mantiene rígido, posiblemente las agrupaciones delincuenciales desarrollaran alguna especie de inmunidad para hacer frente a las medidas gubernamentales en su contra.

El impacto por ejemplo en la población estudiantil de secundaria y primaria, no debe verse apartado de un Plan Nacional de Seguridad, respecto a esto, es evidente la intervención del narcotráfico en poblaciones jóvenes, no solamente en Costa Rica, sino alrededor del mundo, la Secretaría Técnica del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (2013) menciona:

Desde una perspectiva evolutiva del consumo de drogas, existe una progresión que va desde el uso de drogas legales al inicio hasta el consumo de drogas ilegales, lo que también desencadena, en muchos casos, en la comisión de delitos y faltas. Este tipo de comportamientos se traduce en una alta deserción escolar, abuso de sustancias psicoactivas, problemas personales tales como impulsividad, oposición intensificada, mentiras compulsivas y una alta tasa de enfermedades de trasmisión sexual. Los jóvenes y adolescentes que tiene este tipo de comportamientos en su mayoría, provienen de familias desestructuradas y en situación de pobreza, en el seno de sus familias, ellos han vivido experiencias de violencia, abuso y abandono. (pp. 40-45).

Es entonces difícil de imaginar que un enfoque integral no sea requerido, en especial si tomamos en cuenta, que es desde el sistema educativo, donde más fácilmente los docentes pueden detectar estos casos en los que los delincuentes no son siempre los jóvenes como muchas veces la colectividad piensa, sino que al contrario son estos los que se encuentran en estado de vulnerabilidad ante los adultos que les incentivaron el consumo de sustancias ilícitas que les llevó a la drogodependencia, algo que en múltiples países del mundo es un ilícito ya que se puede tipificar como “corrupción de menores”; una situación que aparte de la vulnerabilidad que presentan ante la dependencia a una sustancia, puede ocasionar que agrupaciones del crimen organizado empleen a la población juvenil para sus fines bajo amenazas o coacciones e incluso ante la remuneración por medio de drogas ante la comisión de ilícitos, un escenario bastante amplio que solo será posible abordar de forma interdisciplinaria mediante el trabajo de diversos actores estatales.

Es importante destacar que toda política de seguridad debe cumplir con los estándares y tratados internacionales, por lo que no es posible evadir los Derechos Humanos con el propósito de emplear medidas violentas que aparte de equivocas, solo logran aumentar el temor dentro de la población civil y alejar a la ciudadanía de las autoridades por el miedo que generan, en lugar de representar protección.

La Secretaría Técnica del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (2013), menciona la arquitectura institucional de la seguridad ciudadana en Perú de la siguiente forma:

  •          Formulación de la Política Pública.
  •          Prevención de la violencia y el delito.
  •         Control y sanción.
  •         Rehabilitación y reinserción social de los infractores.
  •         Atención a las Victimas.
  •          Evaluación y Supervisión de la política pública.



Lo positivo del presente plan, cuyos resultados de momento son desconocidos es que se hace un abordaje integral del problema involucrando a la sociedad civil, los diversos poderes del Estado Peruano, el aparato de salud y educación e incluso los Medios de Comunicación, agrupaciones de la sociedad civil y la Jurisdicción Militar, todo orientado al servicio del ciudadano, como se menciona en la página 67 del documento.

·         Conclusiones:


Si bien las intenciones de un proyecto de esta magnitud siempre son las mejores, dicen que los peores eventos en la humanidad, muchas veces ocurrieron bajo buenas intenciones, es por esto que es requerido una asesoramiento técnico-profesional amplio antes de elaborar un plan como el presente, si bien es cierto parece estar fundamentado en diversos estudios, iniciar una empresa de este nivel necesita aún más fundamentación teórica acerca de la realidad a tratar, hubiera sido positivo contar con mayor cantidad de datos provenientes de Organizaciones no Gubernamentales, estadísticas de entidades como las Naciones Unidas y la fundamentación de las medidas sugeridas en una mayor cantidad de datos externos, además, la planificación e integración de los diversos actores mencionados en el informe requiere de apartados propios para cada una de las entidades donde se explique ampliamente la forma en que se pondrá en marcha el proyecto del “plan” y no solamente describir de forma superficial la importancia de involucrar a ciertos actores en un procedimiento articulado, en especial en un escenario donde el mismo plan es enfático al mencionar al poca credibilidad que tienen las instituciones del país por parte de una ciudadanía que los mira con cierto recelo, y además en un Estado donde el mismo informe menciona una imperante corrupción arraigada, un proyecto de este calibre, requiere de recursos económicos, logísticos y humanos, amplios, por lo que el tema de la corrupción puede ser en parte alarmante si no existieran los controles que permitan una fiscalización adecuada del uso de los recursos por parte de las autoridades, un organismo auditor externo, podría evitar situaciones bochornosas para el gobierno de turno que piense en implementar el plan, algo que entidades como la Organización de las Naciones Unidas, mediante los diversos órganos de los que dispone, puede ejercer de forma adecuada, imparcial y especializada, dando informes y sugerencias de cambios al rumbo que el Estado Peruano de a los recursos en cuestión, además y como lo menciona el mismo documento, la inseguridad ciudadana y la criminalidad en ocasiones son posicionados como el principal problema de un país, sin embargo no significa que lo sea, y en todo caso si se le coloca como prioridad, se debe tener una perspectiva objetiva y critica donde se entienda, que el origen de la criminalidad no está en bandas criminales o el narcotráfico, sino que múltiples problemas sociales, como la falta de escolaridad, desempleo, pobreza, desigualdad e inclusive la misma represión estatal, estos constituyen factores significativos en la aparición del fenómeno criminal, por lo que un abordaje del mismo, que se enfoque en el origen, puede tener un mejor efecto, que un combate frontal del problema, medida que puede ocasionar problemáticas más graves, como en el caso de México, que en su “guerra contra el narcotráfico”  al día de hoy ha dejado una cantidad alarmante de víctimas civiles donde los perpetradores, no siempre han sido las agrupaciones criminales.

Caso México:

La implementación de medidas de “mano dura”, se ha mostrado ineficaz para combatir la delincuencia y el crimen organizado con el pasar del tiempo, múltiples países han buscado la solución de sus problemas de criminalidad tratando de formas severas a los trasgresores de la ley sin obtener resultados positivos y lo controversial es que pese a esto, aun las autoridades siguen intentando establecer este mecanismo pese a los resultados obtenidos con anterioridad, lo que genera la pregunta de ¿Por qué se sigue implementando una medida que se sabe que es ineficaz?, creo que la respuesta aún no se conocerá, pero al menos por parte de la Criminología como ciencia empírica encargada del estudio del fenómeno criminal, se sabe que la principal herramienta para lograr reducir los índices de criminalidad es un abordaje integral del fenómeno cuyo principal propósito sea la prevención, y no mediante un enfoque represivo, el ejemplo más reciente de las consecuencias de afrontar la criminalidad mediante estrategias violentas desmedidas, lo podemos observar en México, país en el cual el Estado, decidió implementar una política de “guerra contra el narcotráfico”, una en la cual se despliegan fuerzas militares para intervenir a la criminalidad, los resultas fueron un completo fracaso, y la cantidad de víctimas civiles inocentes producto de los enfrentamientos se cuentan por miles, respecto a esta realidad CNN en Español (2017) narra:

Fue el segundo conflicto más mortal del mundo el año pasado, pero apenas fue registrado en los titulares internacionales. Mientras que Siria, Iraq y Afganistán dominaban las agendas de las noticias, la guerra contra las drogas en México cobró 23.000 vidas durante el 2016, después de Siria donde murieron 50.000 personas como resultado de la guerra civil. (…) Las guerras de Iraq y Afganistán cobraron 17.000 y 16.000 vidas respectivamente en 2016, aunque en letalidad fueron superadas por los conflictos en México y Centroamérica, que han recibido mucha menos atención de los medios de comunicación y la comunidad internacional.

El resultado de una política criminal equivoca puede costarle caro a la sociedad civil en números de víctimas inocentes, y las múltiples investigaciones de organizaciones no gubernamentales cuyo tema central son las “desapariciones forzosas” deja bastante material para trabajar en el terreno de los derechos humanos y abusos de autoridades estatales. El poder del Estado debe siempre encontrarse bien distribuido para evitar vergonzosos escenarios como los que en el mundo contemporáneo, ocurren en México y que han involucrado en escándalos a las fuerzas encargadas de velar por la ley y el orden, casos como el de los normalistas que fueron ultimados por personal estatal mexicano son tan solo uno de los cientos de casos que reflejan un mal manejo de la problemática por parte las autoridades de un país.

 ·         Bibliografía:


- Secretaria Técnica del Consejo de Seguridad Ciudadana (2013). Plan Nacional de Seguridad Ciudadana 2013-2018: Acuerdo Nacional por la Seguridad Ciudadana. Lima,  Perú: Ministerio del Interior de la República del Perú.

- CNN en Español (2017). México fue el segundo país más mortífero en 2016. Julio 09, 2017. De CNN en Español. Sitio Web: https://www.google.com/amp/cnnespanol.cnn.com/2017/05/09/mexico-fue-el-segundo-pais-mas-mortifero-en-2019-amp/